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Harold Bloom tiene toda una teoría solitaria de por qué leer, yo leo para fascinarme, no me queda otra vuelta; entre el dolor que de tanto serlo es casi un músculo,  la metralla y el amor uno se hace un país para sí mismo, lo amolda, lo pone bajo la sien y descansa. Yo leo para fascinarme, para aniquilarme y fornicar.

Por eso cuando se mueren los que dan esos alimentos uno hace el silencio que toca, en tanto ajetreo por el medio siglo de esta ciudad mía ni me di cuenta de que se había muerto E. L Doctorrow, el autor de una novela imprescindible. Ragtime, un libro que Milos Forman llevó a cine y lo hizo paranoico, pero  por suerte  el libro se encuentra en papel aun y uno puede fascinarse, aniquilarse, fornicar.

A Doctorrow se le dice un hombre que tenía  influencias de lo que se llamó Nuevo periodismo y que fuera acuñado luego de la publicación de A sangre fría (Truman Capote, 1965), pero ciertamente sus obras tenían esa perfecta mezcla de lo real y lo real- interpretado que son una verdadera delicia.

Doctorrow, no lo había dicho,  saltó de la vida el pasado 22 de julio y dejó una carrera intensa con premios de los más importantes de Estados Unidos, digamos el  National Book Award o  el Pen/Faulkner.

Doctorrow escribió otros libros también fundamentales como El Libro de Daniel o La gran marcha, pero yo me he quedado siempre con Ragtime, por eso, ahora que tarde hablo de su muerte repito lo de nuestro ponderado vecino Barack Obama: «Sus libros me enseñaron mucho. Lo echaremos de menos».